Para mí, la fama del Facebook radica en un muy inteligente y efectivo condicionamiento psicológico inserto dentro de las características “amigables” de su interfaz. Cuando los primeros medio interactivos informáticos salieron, la gente los rechazaba rápidamente porque no eran suficientes para generar la sensación de “contacto” que se quería tener con otros. Pero Facebook ha logrado crear una sensación de que los amigos están verdaderamente ahí, y la barrera cibernética que los separa, antes muy notable, se ha hecho ahora casi invisible. El contacto en directo con las fotos de nuestros conocidos y familiares, además de la posibilidad de chatear en directo con ellos si están conectados, sumándole la oportunidad de crear estados que pueden ser comentados rápidamente, generan en las personas la sensación de estar verdaderamente conectados y tratando con todo el mundo.
Psicológicamente creo que Facebook usa las fotos de sus internautas, y sus experiencias propias para crear el enganche necesario que permite hacer creer a quien las ve (subconscientemente claro), que de alguna manera forma parte de esas experiencias ajenas. Por ejemplo, funcionaría algo así: una chica conocida mía pone fotos suyas en una discoteca con muchos amigos. Sus amigos las comentan y todos las comentan. Yo, que no estuve en esa fiesta, también puedo comentar, echar vaina, y reírme con todos los amigos que sí estuvieron en la fiesta por lo que, de algún modo, muy dentro de mí siento que formé parte del bochinche al cual realmente ni siquiera fui invitado.
Por eso, mientras más fotos de experiencias existan, más involucrados nos sentimos con los demás y con sus vidas. Comentar y reirse de los estados, y charlar durante un rato con los amigos que hemos aceptado, mientras nos reímos y chismeamos con sus fotos, se ha vuelto algo más que suficiente para sentirse conectado con todos. La verdad es que a pesar de la tecnología, seguimos conectados con los pocos amigos que en verdad tenemos y que de vez en cuando vemos. Esos son los que aparecen a nuestro lado en las fotos que subimos al Facebook. Irónico.
Nuestro perfil en el facebook, pocas veces baja de los 100 amigos, pero el asunto del contacto con todos ellos se resume a mirar sus fotos, chatear un ratito con ellos y algunas otras pocas cosas de valor. La mayoría de los amigos que tengo en el facebook son excompañeros del liceo y la universidad a quienes no veo desde hace un montón de años, nuevos conocidos de mi ciudad con quienes no he compartido casi nada en el mundo real, familiares que solo se les ve una vez al año, y viejos panas que ya se me pierde en la memoria la última vez que los ví, y de los que solo recuerdo haberlos visto posando en una foto subida en facebook en la que, por supuesto, yo no estaba. Repito, los amigos con quienes realmente tengo contacto, aparecen en mis fotos, y yo en las de ellos.
Son solo ejemplos de lo poco que estamos conectados con todos, y que el perfil del facebook es una carátula de nuestra realidad. Alterada al infinito porque tener 1000 amigos no implica que con ellos eches vaina y te diviertas de verdad. Como quisiera ver en las fotos de mis amigos en facebook a los 1000 amigos que tienen en sus perfiles. Estoy seguro que no más de 10 aparecerán, porque como seres humanos, que solo tenemos dos brazos, dos ojos, una boca, y un cerebro, no somos capaces de entablar realmente amistad con más de 10 personas. Hablo del llamado círculo de amigos de nuestra realidad.
Por eso y mucho más es que me pregunto, cómo actuaremos cuando por casualidad nos encontremos en la calle a uno de esos amigos que tenemos tiempo sin ver (pero con quien jodemos mucho en el facebook) y lo miremos directamente a la cara. ¿Qué sentiremos? ¿Qué pensaremos cuando lo veamos moviéndose, gesticulando ahí en vivo frente a nosotros y no en una pose estática sonriendo y mirando hacia una cámara?. Lo más probable es que cuando escuchemos su voz se revele ante nosotros la gran verdad del facebook, que es que simplemente no nos conecta con nadie realmente. Es un espejismo de una comunicación grata y verdadera. Digo, porque si a mis compañeros del liceo, en el facebook los “veo” casi todos los días, la verdad sincera es que no nos hemos cruzado caminos desde hace muchísimos años. Es la triste realidad de saber que muy, pero muy, pocos nos hemos vuelto a estrechar las manos o dado un abrazo de verdadero reencuentro. Muchos lo sabemos y hemos planificado reencuentros, pero siendo sinceros, lo más probable es que nos conformemos con la facilidad de vernos en Facebook.
Con otras personas menos conocidas (pero igual amigas en facebook) tal vez sentiremos un arrebato emotivo aún mayor porque percibiremos con nuestros propios sentidos, lo poco que hemos compartido con esa gente. Son personas que nos hemos cruzado una que otra vez, con las que hemos coincidido, amigos de nuestros amigos, y que en el facebook forman nuestro grupo de panas, pero que, a decir verdad, no sabemos nada de ellos. Vivir eso creo que sería una renovada experiencia del sentimiento de “Te (des)conozco”.
En mi opinión final, creo que compartir con alguien es vivir momentos juntos, y no solo ver los momentos ajenos de cada quien e intercambiar saludos y opiniones. Facebook está cerca de lo que pareciera ser un intento deliberado de los seres humanos de desconectarse de sus semejantes y convertir el contacto directo con los demás en un recuerdo nostálgico de cómo era la sociedad antes del comienzo de su decadencia.
Psicológicamente creo que Facebook usa las fotos de sus internautas, y sus experiencias propias para crear el enganche necesario que permite hacer creer a quien las ve (subconscientemente claro), que de alguna manera forma parte de esas experiencias ajenas. Por ejemplo, funcionaría algo así: una chica conocida mía pone fotos suyas en una discoteca con muchos amigos. Sus amigos las comentan y todos las comentan. Yo, que no estuve en esa fiesta, también puedo comentar, echar vaina, y reírme con todos los amigos que sí estuvieron en la fiesta por lo que, de algún modo, muy dentro de mí siento que formé parte del bochinche al cual realmente ni siquiera fui invitado.
Por eso, mientras más fotos de experiencias existan, más involucrados nos sentimos con los demás y con sus vidas. Comentar y reirse de los estados, y charlar durante un rato con los amigos que hemos aceptado, mientras nos reímos y chismeamos con sus fotos, se ha vuelto algo más que suficiente para sentirse conectado con todos. La verdad es que a pesar de la tecnología, seguimos conectados con los pocos amigos que en verdad tenemos y que de vez en cuando vemos. Esos son los que aparecen a nuestro lado en las fotos que subimos al Facebook. Irónico.
Nuestro perfil en el facebook, pocas veces baja de los 100 amigos, pero el asunto del contacto con todos ellos se resume a mirar sus fotos, chatear un ratito con ellos y algunas otras pocas cosas de valor. La mayoría de los amigos que tengo en el facebook son excompañeros del liceo y la universidad a quienes no veo desde hace un montón de años, nuevos conocidos de mi ciudad con quienes no he compartido casi nada en el mundo real, familiares que solo se les ve una vez al año, y viejos panas que ya se me pierde en la memoria la última vez que los ví, y de los que solo recuerdo haberlos visto posando en una foto subida en facebook en la que, por supuesto, yo no estaba. Repito, los amigos con quienes realmente tengo contacto, aparecen en mis fotos, y yo en las de ellos.
Son solo ejemplos de lo poco que estamos conectados con todos, y que el perfil del facebook es una carátula de nuestra realidad. Alterada al infinito porque tener 1000 amigos no implica que con ellos eches vaina y te diviertas de verdad. Como quisiera ver en las fotos de mis amigos en facebook a los 1000 amigos que tienen en sus perfiles. Estoy seguro que no más de 10 aparecerán, porque como seres humanos, que solo tenemos dos brazos, dos ojos, una boca, y un cerebro, no somos capaces de entablar realmente amistad con más de 10 personas. Hablo del llamado círculo de amigos de nuestra realidad.
Por eso y mucho más es que me pregunto, cómo actuaremos cuando por casualidad nos encontremos en la calle a uno de esos amigos que tenemos tiempo sin ver (pero con quien jodemos mucho en el facebook) y lo miremos directamente a la cara. ¿Qué sentiremos? ¿Qué pensaremos cuando lo veamos moviéndose, gesticulando ahí en vivo frente a nosotros y no en una pose estática sonriendo y mirando hacia una cámara?. Lo más probable es que cuando escuchemos su voz se revele ante nosotros la gran verdad del facebook, que es que simplemente no nos conecta con nadie realmente. Es un espejismo de una comunicación grata y verdadera. Digo, porque si a mis compañeros del liceo, en el facebook los “veo” casi todos los días, la verdad sincera es que no nos hemos cruzado caminos desde hace muchísimos años. Es la triste realidad de saber que muy, pero muy, pocos nos hemos vuelto a estrechar las manos o dado un abrazo de verdadero reencuentro. Muchos lo sabemos y hemos planificado reencuentros, pero siendo sinceros, lo más probable es que nos conformemos con la facilidad de vernos en Facebook.
Con otras personas menos conocidas (pero igual amigas en facebook) tal vez sentiremos un arrebato emotivo aún mayor porque percibiremos con nuestros propios sentidos, lo poco que hemos compartido con esa gente. Son personas que nos hemos cruzado una que otra vez, con las que hemos coincidido, amigos de nuestros amigos, y que en el facebook forman nuestro grupo de panas, pero que, a decir verdad, no sabemos nada de ellos. Vivir eso creo que sería una renovada experiencia del sentimiento de “Te (des)conozco”.
En mi opinión final, creo que compartir con alguien es vivir momentos juntos, y no solo ver los momentos ajenos de cada quien e intercambiar saludos y opiniones. Facebook está cerca de lo que pareciera ser un intento deliberado de los seres humanos de desconectarse de sus semejantes y convertir el contacto directo con los demás en un recuerdo nostálgico de cómo era la sociedad antes del comienzo de su decadencia.
La humanidad se ha cansado de filosofar sobre como será su final y de cómo la sociedad se irá a una tumba excavada por sí misma. Somos capaces de visualizar nuestro futuro pero totalmente inútiles para cambiarlo. Fomentar la alienación, la guerra, y sobretodo, la comunicación artificial entre nosotros, solo servirá para seguir haciendo crecer en nosotros la semilla de la deshumanización.