Hace dos días estaba en una típica charla de oficina con dos de mis compañeras de trabajo, hablando de todo un poco, pero más que todo tonterías del día a día y de algunas cosas que solo a las mujeres se les ocurre hablar. Yo trato de no involucrarme cuando la charla se hace demasiado femenina, pero en cierta forma es inevitable meterse en esas conversaciones cuando el 90% de tus compañeros son féminas. Es como el dicho, “si no puedes con ellos, úneteles”, pero sinceramente a veces debo ponerme los audífonos y aislarme de ese mundo porque, para calarse todo un día lo que esas mujeres hablan hay que tener las que te conté bien puestas para no terminar uno pintándose las uñas y uniéndose al clan. Jajaja, hombres de Marte y las mujeres de Venus, en el medio, la Tierra.
Pero fuera de juego, lo que si es cierto es que las féminas nos llevan leguas adelante a los hombres sobre lo que a percepción del mundo respecta. Yo, al igual que todos los hombres, soy un gran despistado y a veces no percibo ciertas lecciones o enseñanzas hasta que las tengo en la cara. Mila muchas veces me abre los ojos al mundo cuando estoy obtuso sólo haciendo uso esa sensibilidad hacia todo, que solo la mujer posee.
Pues bien, fue en una de esas tantas conversaciones profundas con mis compañeras de trabajo cuando se atravesó un tema trascendental que siempre me llamó la atención pero que nunca me había tomado la molestia de discutirlo en público. Trataba sobre el afán que tienen algunos padres de que sus hijos pequeños sean cuando crezcan, así sea obligado, unos genios en algún tipo de actividad artística.
Quién no ha escuchado alguna vez a una madre/padre , o a unos pre-padres, decir: “A mi hija la voy a meter en ballet desde chiquita! Para que cuando crezca sea una gran bailarina”, o en el caso de un varón decir: “A mi hijo lo voy a meter a jugar pelota desde compotica para que sea un gran pelotero cuando crezca”. Frases así son tan comunes como el café con leche en la mañana, así como comunes son los oficios para los cuales los postulan (bailarina, pelotero, futbolista, karate, natación, ajedrez, etc), volviéndose costumbre el hecho idealizar a los hijos en posiciones altísimas, cómo genios y estrellas, cuando ni siquiera han aprendido a caminar.
El ver a sus niños haciendo una jugada extraordinaria o un acto de baile sorprendente ante los aplausos efusivos del público es algo que llena a los padres de emoción. De hecho, yo no tengo hijos, y de solo imaginarlo me emociona. Pero, ¿por qué ese afán de que nuestros hijos resalten de esa manera? Por qué sus aplausos se sienten como nuestros aplausos? ¿Por qué razón hasta antes de nacer, algunos le ponen a sus hijos la misión y meta de ser algo en su futuro que ellos mismos no tendrán claro hasta dentro de algunos años? ¿Será un deseo reprimido de nosotros mismos de resaltar pero que jamás pudimos llevar a cabo?, o será algo más?.
Ahora bien, entre toda esa maraña de preguntas sin respuestas, que ya rayan en el campo del psicoanálisis, salta una simple y hasta absurda preguntita que me hago cada vez que oigo esa sentencia de “mi hijo va a ser…” : ¿Alguien por casualidad le ha preguntado al niño o niña si le gusta esa cosa llamada ballet o si en verdad tiene ganas de jugar pelota desde chiquito?. Posiblemente no… los bebés no hablan. Yo creo que si los bebés tuvieran el don de palabra desde pequeños, apenas escucharan la frase esa de sus padres de que “mi hijo va a ser…”, estoy seguro que desde chicos les responderían: Tu lo que estas es loco papá/mamá! Yo quiero divertirme, jugar con mis amigos, con mis juguetes. Anda a jugar pelota tu! Anda a bailar ballet tú! ¿Por qué no eres pelotero tú?. O en los casos más críticos le dirían: Papá/mamá ¿por qué no agarras tu guante de béisbol, lo enrollas y te…. Jajaja, mejor me quedo hasta ahí.
Pero fuera de juego, lo que si es cierto es que las féminas nos llevan leguas adelante a los hombres sobre lo que a percepción del mundo respecta. Yo, al igual que todos los hombres, soy un gran despistado y a veces no percibo ciertas lecciones o enseñanzas hasta que las tengo en la cara. Mila muchas veces me abre los ojos al mundo cuando estoy obtuso sólo haciendo uso esa sensibilidad hacia todo, que solo la mujer posee.
Pues bien, fue en una de esas tantas conversaciones profundas con mis compañeras de trabajo cuando se atravesó un tema trascendental que siempre me llamó la atención pero que nunca me había tomado la molestia de discutirlo en público. Trataba sobre el afán que tienen algunos padres de que sus hijos pequeños sean cuando crezcan, así sea obligado, unos genios en algún tipo de actividad artística.
Quién no ha escuchado alguna vez a una madre/padre , o a unos pre-padres, decir: “A mi hija la voy a meter en ballet desde chiquita! Para que cuando crezca sea una gran bailarina”, o en el caso de un varón decir: “A mi hijo lo voy a meter a jugar pelota desde compotica para que sea un gran pelotero cuando crezca”. Frases así son tan comunes como el café con leche en la mañana, así como comunes son los oficios para los cuales los postulan (bailarina, pelotero, futbolista, karate, natación, ajedrez, etc), volviéndose costumbre el hecho idealizar a los hijos en posiciones altísimas, cómo genios y estrellas, cuando ni siquiera han aprendido a caminar.
El ver a sus niños haciendo una jugada extraordinaria o un acto de baile sorprendente ante los aplausos efusivos del público es algo que llena a los padres de emoción. De hecho, yo no tengo hijos, y de solo imaginarlo me emociona. Pero, ¿por qué ese afán de que nuestros hijos resalten de esa manera? Por qué sus aplausos se sienten como nuestros aplausos? ¿Por qué razón hasta antes de nacer, algunos le ponen a sus hijos la misión y meta de ser algo en su futuro que ellos mismos no tendrán claro hasta dentro de algunos años? ¿Será un deseo reprimido de nosotros mismos de resaltar pero que jamás pudimos llevar a cabo?, o será algo más?.
Ahora bien, entre toda esa maraña de preguntas sin respuestas, que ya rayan en el campo del psicoanálisis, salta una simple y hasta absurda preguntita que me hago cada vez que oigo esa sentencia de “mi hijo va a ser…” : ¿Alguien por casualidad le ha preguntado al niño o niña si le gusta esa cosa llamada ballet o si en verdad tiene ganas de jugar pelota desde chiquito?. Posiblemente no… los bebés no hablan. Yo creo que si los bebés tuvieran el don de palabra desde pequeños, apenas escucharan la frase esa de sus padres de que “mi hijo va a ser…”, estoy seguro que desde chicos les responderían: Tu lo que estas es loco papá/mamá! Yo quiero divertirme, jugar con mis amigos, con mis juguetes. Anda a jugar pelota tu! Anda a bailar ballet tú! ¿Por qué no eres pelotero tú?. O en los casos más críticos le dirían: Papá/mamá ¿por qué no agarras tu guante de béisbol, lo enrollas y te…. Jajaja, mejor me quedo hasta ahí.
Ah!, pero hay padres de padres, y no todos los padres son iguales Yo creo que para estos casos hay dos tipos de padres. Los primeros, y los más comunes, son los padres que ven en su hijo pequeño un potencial enorme hacia un área específica y buscan, de la mejor manera, que ellos la exploten con su ayuda. Esta actitud de los padres es un deseo muy profundo de que su hijo explote al máximo todas sus capacidades y habilidades. El problema de esto es que el niño muchas veces no emite su opinión acerca del asunto y sigue el camino que se le está trazando sin entender claramente a dónde le llevará todo esto. Los otros padres, y creo que son los verdaderamente locos, son aquellos que le ponen al hijo/hija un guante y un uniforme de pelotero o de ballet con zapatillas encima sin siquiera haber nacido el infante. Estos, creo yo, son los más caídos de la mata, y los que se llevan las mayores decepciones cuando su retoño crece y les dice en su cara: PAPA/MAMA, A MI NO ME GUSTA ESO!!. Suena duro, pero es la respuesta más justa que puede dar alguien a quien no se le preguntó si le gustaba lo que hacía.
Ahora bien, ¿y los resultados qué? ¿Cual porcentaje de esos niños que son obligados a ser algo que no les gusta, llegan realmente a serlo? Y si llegasen a serlo, ¿cual es el porcentaje de niños que les gusta ser lo que son? Aquellos que disfrutan lo que hacen. Muchos padres resuelven esa pregunta simplemente diciendo: Cuando crezca le va a gustar y se va a dar cuenta que valió la pena!. Uy, pero ¿Cuánto de cierto hay en eso?.
A mi me dan mucha risa esos padres que, por ejemplo, dicen que su hijo va a ser pelotero y el chamo tiene apenas 6 meses de nacido. Ahora yo pregunto, como sabes tu que ese muchacho va a saber lanzar una pelota de béisbol?. Y si cuando crezca ese muchacho no sirve para eso pues simplemente no tiene los genes para jugar pelota?. Ese último caso es el más común pues casi siempre ocurre que los padres que quieren que su hijo o hija sea pelotero o bailarina jamás en su niñez jugaron béisbol o fueron bailarinas. Y ahí viene la pregunta: ¿Cómo carrizo vas a esperar que tu hij@ tenga un brazo de 90 mph o baile como Mary Cortéz si tu jamás agarraste una pelota ni bailaste? De donde crees que le saldrá la condición?.
Entonces aparecen los padres que por milagro de Dios son bendecidos con un hijo con capacidad extraordinaria para algo que ellos jamás practicaron ni tuvieron capacidad. En ese caso lo que juega en contra es el ambiente donde crece el niño, porque cómo vas a lograr que tu hijo ame algo o le guste algo si en tu hogar el ambiente necesario no existe?. Hijo de gato caza ratón la mayoría de las veces aunque no sea siempre. El niño difícilmente será un Karateka consagrado si en casa nadie sabe siquiera cuál cinta viene despues de la verde y no puede reforzársele de alguna forma su gusto por ese deporte. El mayor aprendizaje viene de la familia y el gusto o disgusto por lo que se hace se genera ahí, en el hogar.
Sin embargo, y fuera de todo lo malo o perjudicial que pueda existir dentro de esa actitud de nuestros padres, muy en el fondo, la razón por la cual ellos lo hacen es para que nosotros seamos mucho más de lo que ellos lograron ser. Yo creo que ese es el gesto más hermoso que uno como hijo podría recibir, pero, como padre, hay que saber manejarlo con el pequeño, porque no a toda niña le gustará la música ni el baile, ni a todo niño le gustará una pelota de béisbol. Muchos niños no son hábiles para algunas cosas pero resultan ser unos genios natos para otras, por eso, como padre uno debe esperar sin obligar, y enseñar sin imponer. Muchas cosas saldrán con la enseñanza, pero las más importantes vendrán solas.
Ahora bien, ¿y los resultados qué? ¿Cual porcentaje de esos niños que son obligados a ser algo que no les gusta, llegan realmente a serlo? Y si llegasen a serlo, ¿cual es el porcentaje de niños que les gusta ser lo que son? Aquellos que disfrutan lo que hacen. Muchos padres resuelven esa pregunta simplemente diciendo: Cuando crezca le va a gustar y se va a dar cuenta que valió la pena!. Uy, pero ¿Cuánto de cierto hay en eso?.
A mi me dan mucha risa esos padres que, por ejemplo, dicen que su hijo va a ser pelotero y el chamo tiene apenas 6 meses de nacido. Ahora yo pregunto, como sabes tu que ese muchacho va a saber lanzar una pelota de béisbol?. Y si cuando crezca ese muchacho no sirve para eso pues simplemente no tiene los genes para jugar pelota?. Ese último caso es el más común pues casi siempre ocurre que los padres que quieren que su hijo o hija sea pelotero o bailarina jamás en su niñez jugaron béisbol o fueron bailarinas. Y ahí viene la pregunta: ¿Cómo carrizo vas a esperar que tu hij@ tenga un brazo de 90 mph o baile como Mary Cortéz si tu jamás agarraste una pelota ni bailaste? De donde crees que le saldrá la condición?.
Entonces aparecen los padres que por milagro de Dios son bendecidos con un hijo con capacidad extraordinaria para algo que ellos jamás practicaron ni tuvieron capacidad. En ese caso lo que juega en contra es el ambiente donde crece el niño, porque cómo vas a lograr que tu hijo ame algo o le guste algo si en tu hogar el ambiente necesario no existe?. Hijo de gato caza ratón la mayoría de las veces aunque no sea siempre. El niño difícilmente será un Karateka consagrado si en casa nadie sabe siquiera cuál cinta viene despues de la verde y no puede reforzársele de alguna forma su gusto por ese deporte. El mayor aprendizaje viene de la familia y el gusto o disgusto por lo que se hace se genera ahí, en el hogar.
Sin embargo, y fuera de todo lo malo o perjudicial que pueda existir dentro de esa actitud de nuestros padres, muy en el fondo, la razón por la cual ellos lo hacen es para que nosotros seamos mucho más de lo que ellos lograron ser. Yo creo que ese es el gesto más hermoso que uno como hijo podría recibir, pero, como padre, hay que saber manejarlo con el pequeño, porque no a toda niña le gustará la música ni el baile, ni a todo niño le gustará una pelota de béisbol. Muchos niños no son hábiles para algunas cosas pero resultan ser unos genios natos para otras, por eso, como padre uno debe esperar sin obligar, y enseñar sin imponer. Muchas cosas saldrán con la enseñanza, pero las más importantes vendrán solas.