viernes, 4 de abril de 2008

Venenoso y Dulce Amor

“El amor duele”. Que frase tan trillada verdad?, pareciera estar en boca de todo el mundo y todo el mundo parece saber algo de eso. Sin embargo, solo puede hablar de amor el que amor siente y solo puede hablar del dolor por amor aquel que alguna vez fue golpeado por él. Por eso creo que puedo hablar de ello pues en mi vida he pasado por todas (o casi todas) las etapas del amor y creo que después de mucho luchar salí victorioso.

Todos conocemos que el amor tiene esas dos caras contrapuestas que se alternan constantemente y nos hacen pasar los más dulces momentos a la par de los sufrimientos y dolores de corazón más grandes que podamos sentir. “El amor duele” sale de esas dos caras que no sabemos comprender cómo pueden coexistir entre una pareja que se ama. Sin embargo yo soy un fiel creyente de que el AMOR, el verdadero amor puro y real tiene una sola cara, que no duele ni ha de doler nunca, con la que no se sufre ni se llora.

La ilusión del amor nos hace creer que con solo sentirlo debería ser bello, transparente y dulce en todo momento, y eso casi siempre nos pasa cuando estamos comenzando a sentirlo. Luego, y como baño de agua fría, viene un brisotón de realidad que nos da en la nuca y nos hace tocar el suelo y llorar por amor. Yo le llamo a eso la ilusión del amor porque al sentir ese sentimiento de apego, de profundo cariño, de emoción en el cuerpo y de mariposas en la barriga, muchos creemos que esa es la señal de amor que está apareciendo. Sin embargo, la verdad es que la cara real del amor tarda mucho más tiempo en aparecer. Es una cara más difícil de encontrar, más esquiva, y requiere un mayor detenimiento y concentración para poderle encontrar y reconocer. Es como uno de esos juegos donde se muestra un dibujo con un poco de gente y debemos encontrar entre todos ellos a Elmo, o a Javier, o a Condorito. Para encontrarlo debemos mirar bien y trabajar bastante la vista para encontrarlo. Una vez que lo encuentras, ganas.

Entonces al principio de toda relación, y no me refiero a días ni semanas pues el asunto puede ser de hasta meses o años, uno cree que ha sido tocado por el amor hacia esa persona. Por cierto, las personas especialmente enamoradizas tienden a sentir esa emoción ilusoria de amor con mucha frecuencia, y es irónico, pero todas las personas que conozco que son así por alguna extraña razón no tienen novi@ y se encuentran tocados aún por el fantasma del amor anterior. Su especial sensibilidad los hace sufrir de “amor” con cada tragedia amorosa, y en la misma medida sienten que aman al que los hizo sufrir. “Aman” tanto que no le dan tiempo al verdadero amor de surgir y crecer. Porque la verdadera cara del amor se cultiva, se trabaja, se riega, se lucha hasta que aparece en el momento y lugar que uno menos espera.

Soy de esas personas que creen que el amor en ninguna pareja aparece de inmediato ni en poco tiempo. El amor a primera vista para mi no existe y forma parte de una ilusión óptica de nuestro corazón que al ilusionarse e idealizarse con esa persona, siente que hay llegado a un climax que es confundido con el amor verdadero. Es en ese estado del amor cuando se sufre de verdad y cuando a la frase “el amor duele” podemos darle cabida. Y es que la ilusión de amor es una etapa del amor, no una cara del amor, ni un tipo de amor, es simplemente una etapa de la vida del amor que puede o no nacer entre dos personas. Porque el amor comienza como un niño pequeño, inmaduro, rebelde, confundido. Si la pareja se confunde y cree que el amor está justamente en esa etapa, sufrirá con los embates de la intolerancia, de la incomprensión, de la falta de comunicación, del desconcierto, los celos y la mentira. Y como el amor es más complicado que las saliditas al cine y los besitos y abrazos furtivos, que un paseo al atardecer o un guacal de rosas con bombones, los amantes sienten que el amor falla, que hay algo malo en él. Muchos no saben que el romanticismo está implícito en el amor, pero no es el amor como tal. Creer que romanticismo es el amor es como creer que un cerro es una montaña.

Casi toda chica espera siempre de un hombre el romanticismo y al poco tiempo espera seriedad, porque casi siempre la mujer busca madurar el amor dentro de su relación con más rapidez que el hombre. Mientras uno aún está en otra onda, la mujer ya espera del hombre un compromiso que en muchos casos este no está en disposición de afrontar tan rápidamente. Es donde las parejas se equivocan y donde se ven las caras, no del amor, sino de las dos personas que lo forman. Caras distintas, pareceres distintos, formas de ser y pensar distintas que al creer que el amor es sencillo, dan de traspiés al querer amarse según sus propias concepciones individuales. Por eso sufren, por eso lloran, porque no se entienden y jamás lo harán sino tratan de ver la vida con un solo par de ojos hecho por los dos, en lugar de los ojos de cada quien. Los que se cansan llegarán hasta un punto y se separarán, seguirán con sus vidas hasta dar con otro potencial amor. Porque el amor es una energía potencial entre dos personas sea lo diferentes o iguales que sean, y esa energía se liberará dependiendo de la disposición y compatibilidad de los dos involucrados. Aquellos que se separaron volverán eventualmente a sentir el cosquilleo y la ilusión del amor con otra persona, pero deben estar claros que el amor es más camino que destino. Los que se quedan juntos a pesar de las diferencias y los problemas, tal vez sufran demasiado y se estanquen en una vida infeliz que no los lleve a nada, pero he visto, y lo he vivido, que el amor puede llegar a fortalecerse y crecer por sobre los problemas y las diferencias, alimentando la tolerancia, comprensión y entendimiento mutuo que lo convierten en un amor maduro y próspero.

Por eso yo veo que caminos hacia el verdadero amor de parejas hay muchos, la dificultad está en recorrerlo junto a la persona que se quiere. El camino al amor yo me lo imagino como un pasillo largo sin piso del ancho de dos personas y en el que al comienzo aparecen solo dos baldosas, una al lado de la otra, sobre las que se podrá parar la pareja para dar el siguiente paso. Frente a ellas hay un gran vacío, pero si el siguiente paso lo dan ambas personas a la vez, aparecerá mágicamente delante de ellos otro par de baldosas, una al lado de la otra. Detrás y delante de ellos siempre habrá un vació pero siempre aparecerá un par de baldosas para cruzar el camino si ambos van juntos un paso a la vez. Es como un juego, un juego peligroso pero hermoso porque nadie más que dos pueden jugarlo y para ganarlo hay que ir de la mano.

El amor verdadero es un dulce veneno porque hay que sufrir para llegar a él. Todas sus etapas llevan la carga justa de disfrute, belleza y sufrimiento necesarios para alcanzar la madurez y satisfacción de un amor real. Hay que desechar todo orgullo y egoísmo para aceptar el reto, hay que tener madurez para verle a la cara, y hay que tener el corazón abierto para sentirlo en todo su esplendor.