lunes, 17 de marzo de 2008

El Tiempo de Robert Zemeckis

Yo me considero un amante de todo lo que tiene que ver con el Tiempo. Einstein lo llamó la cuarta dimensión de nuestro universo. Muchos dicen que el tiempo no existe, que fue una invención humana para darle orden a nuestra vida. Yo creo que eso es verdad hasta cierto punto. Para mí el tiempo siempre ha existido como elemento del universo, es algo así como el viento que nos da en la cara y no lo vemos pero sabemos que está allí. Lo que sí creo que el ser humano inventó fueron los medios de control del tiempo: Los segundos, minutos, las horas, los días, meses y años. Envejecemos porque el tiempo pasa, y lo sabemos porque los años nos lo dicen.

Cuando niño, las películas fueron las que despertaron mi amor por los misterios del tiempo. Terminator fue la primera que me puso al tanto de esas teorías sobre el tiempo que ya había manejado H.G Wells hace más de 100 años en su aclamada novela: La Máquina del Tiempo. Ok, es una gran grosería comparar a “La Máquina del Tiempo” con Terminator, y por eso quiero dejar claro que solo algunas cositas de la novela de Wells fueron tocadas en esa película de ficción, mas no exageremos, realmente no hay punto de comparación. Más bien olviden lo último que dije…bórrenlo, no he dicho nada.

Bueno continúo. La historia del Terminator fue concebida hace más de 25 años por un “tal” James Cameron, que para la época era un desconocido y que luego de unos cuantos años sería el director más taquillero de todos los tiempos con su pequeña y modesta película: Titanic. Cameron solo tocó el tema sobre el tiempo en sus dos películas de Terminator y nunca más, citando al tenebroso cuervo de Edgar Alan Poe.

Tristeza para mi pobre corazón diría yo, y eso que me estaba empezando a gustar ese tema sobre el viaje en el tiempo. Sin embargo, no pasó mucho tiempo, y un joven director norteamericano, muy innovador por cierto, llamado Robert Zemeckis, sacó a la luz una película que volvía a tocar el tema del viaje en el tiempo y sus implicaciones, esta vez con algo más de “estilo”. “Volver al Futuro”, un exitazo con nombre de paradoja, me metió de lleno en el tema y despertó mi gran pasión por el Tiempo. Esa historia de un joven viajero que pudo ver a sus padres conocerse en el pasado, y a sus hijos en el futuro, abrió mi mente a esos sueños de niño de viajar hacia atrás, adelante y verlo todo sin envejecer. Yo se que si nos hubiéramos conocido mejor, mi abuelo paterno me habría dicho: ¡Caraj…Usted cree eso? – pero bueno, eran sueños de chamo.

Robert Zemeckis, además de esa película creó dos secuelas más flojas que convirtieron en saga la gran odisea de Marty McFly a través del tiempo. Por cierto, el apellido McFly siempre me pareció una jocosidad del director, pero con los años me di cuenta que esos apellidos con la “Mc” intercalada eran casi todos de oriundos o descendientes de irlandeses. ¿Recuerdan a Duncan McClaud de “Los Inmortales”? o al teniente McClaine de “Duro de Matar”? Ah bueno. Prosigo. Las dos secuelas flojas de Volver al Futuro no debilitaron mi gusto por el género pero si me ayudaron a marcar una raya entre lo científicamente posible y lo descabellado. Sin embargo sigue siendo mi película favorita de todos los tiempos.

Bueno, luego de la saga de Volver al Futuro, no le perdí el paso a la trayectoria de un Zemeckis en ascenso. Parecía tenerle un extraño amor y pasión al tema del Tiempo y sus implicaciones, demostrándolo en su siguiente película: “La Muerte le sienta bien”. Trataba sobre un par de mujeres obsesionadas por su apariencia y por no envejecer, a tal punto de comprarle a una extraña bruja una especie de elixir de la juventud con la única intención de vivir joven eternamente. Ambas tomaron el brebaje y pagaron las consecuencias de retar a Dios. Fueron bendecidas y condenadas a no morir jamás bajo ninguna circunstancia. Pero el orgullo y egoismo de ambas las llevo a matarse mutuamente, o algo así. Esta historia trataba en tono jocoso y cínico las ventajas y consecuencias de vivir para siempre, de una vida sin tiempo, de una vida eterna. Bruce Willis venía a ser la contraparte de las féminas obsesivas, representando a un hombre de edad media envejecido por el alcohol y un trabajo mediocre, que prefirió morir a condenarse a vivir por siempre, pues el simple deseo de vivir eternamente era en sí mismo un acto de total egoísmo hacia la vida.

La película no tuvo éxito pero dejaba claro los gustos de Zemeckis por el Tiempo y sus implicaciones. En su siguiente película Zemeckis no solo tuvo éxito sino reconocimiento mundial, jugando esta vez con el tiempo y contando a la vez una historia hermosa, aleccionadora y cargada de grandes reflexiones sobre la vida, el tiempo y el destino. La susodicha era Forrest Gump. Era la increíble historia de un joven con retraso mental que a pesar de sus carencias, provocó e intervino en algunos de los hechos más famosos de la historia norteamericana. Forrest parecía andar por la vida como una pluma en el viento, sin saber lo que hacía y como lo hacía, pero también parecía estar predestinado para todas esas cosas que hizo. La reflexión de Forrest ante la tumba de su esposa donde le dice “no se si vamos en la vida flotando sin saber a donde vamos, o si todos tenemos un destino para el que estamos hechos…yo creo son ambas cosas”, es el tema central de la película y la pregunta que nos hacemos todos durante nuestra vida. Y justamente la película misma es ambas cosas. La frase “La vida es como una caja de chocolates, nunca sabes lo que te saldrá”, y la pluma que llega a los pies de Forrest al principio de la película y al final se aleja de él como si estuviera destinada a eso, son la lección de que siempre llegaremos al lugar que nos corresponde en la vida aunque no sepamos cómo lo hicimos.


Unos años después y con más añitos encima pude ver la historia más hermosa de Zemeckis acerca del valor que tiene el tiempo en nuestra vida: “Naufrago”, o en su correcto inglés: Cast Away”. Era la historia de un supervisor de la agencia de encomiendas Fedex esclavizado por el tiempo y los horarios de entrega que no podía ni se aceptaba cometer “el pecado de darle la espalda al tiempo”. Tenía a su prometida, a su familia y todo lo que podía pedir pero su trabajo con el tiempo lo arropaba por completo. Un día de trabajo en navidad dejó a su prometida en el aeropuerto con la promesa de que “regresaría pronto” del trabajo. El avión tuvo un terrible accidente y dejó al protagonista solo abandonado en una isla en la que debió afrontar el pecado de tener que darle la espalda al tiempo. En esa isla no había horarios, plazos de entrega ni compromisos, estaba solo y lo único que le sobraba era el Tiempo. Vivió en esa isla 4 años y solo pudo escapar de ella cuando Dios le mostró el camino, dándole una puerta de plástico que fue arrastrada por el mar y que usó como velero para salir.

Al volver de la isla, a la única persona que quería ver era a su prometida, pero al tocar tierra se dio cuenta que el Tiempo hizo algo que él jamás se esperó: Le dio la espalda a él. Su prometida se había casado y tenía un bebé, a él lo habían declarado legalmente muerto y Fedex solo le dio un homenaje de 5 minutos porque para ellos el tiempo era demasiado importante. Ya no era el mismo hombre de antes apurado y acelerado, ahora se movía con calma, con lentitud ya que tenía todo el tiempo del mundo para comenzar de nuevo, pero sin la mujer que amaba. En una reflexión ante un amigo dice: “La he perdido otra vez…pero debo seguir respirando, porque el sol saldrá mañana. ¿Quién sabe lo que la marea puede traer?”. Debió entonces resignarse a no tener al amor de su vida, tuvo que sobrevivir de nuevo como en la isla y Dios le volvió a mostrar el camino para que siguiera adelante.

Zemeckis en su historia nos mostró que el tiempo solo tiene valor si lo pasamos y lo vivimos junto a las personas que amamos, fuera de eso el tiempo no vale nada, solo son minutos, horas, días y meses que no cuentan para nuestra existencia ni para los demás. La vida y el tiempo nuevamente fueron unificados por él en una gran película.

Ahora en mi edad adulta, y sin inclinarme tanto a las películas, reflexiono bastante acerca del tiempo porque he sentido en carne propia lo implacable que es. No perdona y por eso muchos soñamos con cambiar los errores del pasado. Deseamos viajar atrás como en “Volver al Futuro” y corregir todo sin saber que esos errores nos han hecho lo que somos, nos han dado la sabiduría y la madurez que ahora tenemos aunque ya no podemos cambiar lo que se hizo. Sería una paradoja el querer volver en el tiempo para borrar o cambiar un evento que en primer lugar fue el que nos dio el motivo de viajar para borrarlo. El tiempo siempre correrá hacia delante y aunque puede ser cruel, las lecciones que da son duraderas, y como en “Naufrago” y “Forret Gump”, Dios siempre está ahí presente para mostrarnos el camino.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Psicosomaniac


Hace muchos años, estaba en uno de esos días llenos de ocio, en los que es mejor optar por sacarse un moco que quedarse viendo a ver si la pared del cuarto se caerá con el poder de la mirada, cuando de repente me miro el brazo derecho y observo a distancia un pequeño, diminuto punto rojo en la parte baja del antebrazo. “¿Qué es eso?” me digo a mi mismo y comienzo a examinar con mayor detalle aquella extraña protuberancia que el día de ayer no estaba.

<¿Que será, una roncha, una espinilla?> Dejé de verlo un rato pero la existencia de esa imperfección ya había llamado mi atención lo suficiente como para inspeccionarla de vez en cuando para ver si se quitaba sola. Recuerdo que en esa época estaba pasando por un desaire amoroso con una loquita de ¾ que no me convenía, y con la que, por estupidez e infantilismo, estaba empeñado en regalar lágrimas al viento y neuronas de mi cerebro a su causa. Así que, llevaba conmigo una carga emocional que aunque innecesaria, traía grandes porciones de estrés y tristeza. El tiempo mismo luego me enseñó el precio que se paga por estar perdiendo el tiempo.

Al día siguiente me levanté de la cama, nuevamente a hacer nada en el día por ser el comienzo de mis vacaciones de liceo, y lo primero que hago es mirarme el antebrazo a ver si el puntito rojo de ayer ha desaparecido. Nop!, sigue ahí – y ahora que lo veo bien parece que ha crecido un poco. En algunos momentos me entraba algo de coherencia y me decía a mi mismo: Que va loco, son cosas tuyas, está igualito que ayer!. Pero una interferencia, una especie de estática, como cuando en la radio cambian de una emisora a otra, en forma de voz y conciencia me repetía: ¡No no, estas pelao, ayer ese punto no te llegaba al tercer pelo después del codo, justamente donde está ahorita!, dejate de vainas, ese punto creció!

El punto en cuestión en lugar de desaparecer entonces se hizo más grande, y sentía que en cierta forma los demás podían notarlo. - Mamá ¿ves el punto que tenía ayer?, está como mas grande no? – le preguntaba a ver que me decía. – Qué punto David?, eso no es nada, además está igualito, déjate de estar haciéndole cerebros a eso, por favor!! – me respondió de forma medio molesta. Bueno, como no tuve feed back, seguí mirándome el punto, convencido de que esa cosa estaba creciendo y sin saber por qué. El único que me estaba dando feed back era esa voz de interferencia que como estática y mi mejor amigo me seguía diciendo: “Mosca con ese punto!, averigua qué puede ser eso!”. No lo conocía, no me lo habían presentado, sabía que estaba ahí, me hablaba pero no me había dicho su nombre. No acostumbro a confiar en aquel que no me dice quién es, pero en este caso particular, ese nuevo amigo me inspiraba confianza y credibilidad.

Con los días, mirándome e inspeccionándome el brazo como el que busca la cura del cáncer con la vista, pude darme cuenta que un segundo punto muy pequeño apareció cerca del primero, que ya tenía un mayor tamaño y no paraba de crecer. Mi amigo me habló de nuevo y me dijo que buscara a ver si era un hongo por lo extraño de su apariencia. La investigación me condujo a que un hongo en la piel debía al menos picar, y eso no sucedía en mi caso, bueno, al menos hasta ese momento. Pasaron otros días y el primer punto se había convertido en una mancha roja de tamaño pequeño, mientras que el segundo seguía el mismo camino. La mancha ya me estaba picando y tenía miedo de lo que podía ser eso y si se podía extender. Mi amigo me decía: Mosca por si se extiende, pila con el otro brazo!. Miré mi otro brazo y encontré un punto minúsculo en la base del antebrazo izquierdo. Dios!, se había extendido.

Mi mamá seguía sin prestarle atención a mis quejas e insistía en que no siguiera pensando en eso. No podía entender como mi mamá no podía ni siquiera levantar la vista y por lo menos ver la mancha que le mostraba. Tuve que tomar acciones…la Internet.

Yo había oído de una enfermedad de la piel que comenzaba en la base de los codos y se podía extender por todo el brazo llamada Psoriasis. Decidí comenzar por ahí para descartar que esos puntos rojos fueran esa enfermedad. Al averiguar sobre ella me enteré que tenía un proceso de crecimiento que arrancaba en los codos, rodillas y pies. Al ver esto mi amigo apareció indignado y me dijo: ¿Cómo es posible que descuidaras las rodillas y pies?. Tenía razón y empecé a ver cómo estaban mis rodillas. No había nada en ellas pero mi amigo me repitió: ¡Mosca, no te descuides de las rodillas de todos modos!

Él tenía razón, y a los pocos días mis rodillas tenían puntos rojos, y mis antebrazos tenían manchas circulares en varios puntos. El terror me invadió y mi madre finalmente le prestó atención a un proceso que parecía no detenerse. , , Para cuando mi madre decidió acompañarme al dermatólogo, ya tenía estas manchas rojas en codos, rodillas y parte de los pies. El reconocido Dr. Lima Ostos diagnosticó que eso tenía un nombre como Granuloma Anular o algo así. Mi amigo inmediatamente dijo: Eso no puede ser! Tiene toda la apariencia de psoriasis, el doctor debe estar pelado!. El tratamiento que recetó el doctor parecía más una especie de cura indígena con ojos de salamandra y cuatro colas de murciélago que un tratamiento real con fármacos y medicamentos. Esa receta echo por tierra el diagnóstico de ese veterano doctor.

Decidimos ir donde otro médico, uno de igual trayectoria. Mi amigo en el camino me repetía: ¿Viste que ese tipo estaba pelao? Eso no es vaina de esa Anular ni que ocho cuartos!. Yo insistentemente le preguntaba cuál era su nombre pero no me contestaba. Ya su voz se oía con fuerza y no sonaba con la interferencia o la estática de antes, era fuerte, decidido y con poder en la palabra. Me decía: ¡Mosca con esta doctora a ver lo que te dice!.

Me ví con la doctora Batistini en su consultorio. Era una mujer mayor pero con presencia, sin embargo mi amigo me decía que era muy vieja para saber qué podía ser eso. Al verme y examinarme, Batistini diagnosticó una enfermedad que ya tenía en mente: Psoriasis. Mi madre y yo caímos en depresión y tensión ante tal descubrimiento y mi amigo entristecido me decía: ¿Viste, que era Psoriasis?

Mi padecimiento empeoró, mis pies se llenaron de manchas rojas amplias y mis antebrazos y rodillas ya estaban marcados por todos lados. Mi madre no se resignó ante el diagnóstico y decidió optar por una tercera opinión. En Valencia iríamos a vernos con un doctor más reconocido y de mayor trayectoria. Recuerdo que viajamos en avión a Caracas y en ningún momento mi amigo apareció. Mi mamá en el trayecto me hablaba de la existencia de enfermedades surgidas de la mente que eran conocidas como Psicosomáticas. Yo no podía entender cómo la mente podía crear por sí sola manchas en todos lados de mi cuerpo y por eso le resté sentido a lo que mi mamá decía. Mi amigo seguía sin decirme su nombre y eso me estaba importando más.

En Valencia dimos con un dermatólogo, que al final nunca supe si era de trayectoria o no, que se encargaría de dar el tercer y último veredicto. La voz de mi madre en todos esos días había hecho que la voz de mi amigo sonara de nuevo como interferencia y lejana. Quería oírle, pero era más difícil esta vez.

El doctor diagnosticó Granuloma Anular, el mismo diagnostico del primer médico, sin embargo su receta de tratamiento fue mucho más profesional que la del primero. Me entregó en mis manos un ungüento y una recomendación: Echate esto y olvidate de eso!, ni lo mires! No pienses en eso. Mi madre me miró con ojos de sabiduría y yo a ella con ojos de aceptación. La voz de mi amigo apareció de nuevo solo para decirme su nombre: Psicosomaniac. Así lo llamé desde entonces. Decepcionado muchas veces le pregunté por qué antes jamás me había dicho su nombre. Mi amigo me respondió diciendo que nunca me lo dijo, que él no tenía nombre y que gracias a mi ya tenía uno: Psicosomaniac. Primero se llamó Psoriasis, pero Psicosomaniac estaba mejor.

Desde ese momento mi amigo ya no se escucha, ya no es mi amigo definitivamente. Se podría decir que es un conocido que a veces se para ante mi puerta para decirme: ¡Mosca….!. Sin embargo, no creo que vuelva a abrirle la puerta a un amigo sin nombre. El tiempo me ha enseñado el precio que se paga por haber perdido mi tiempo.